EL CAMINO HACIA UN MEJOR DERECHO

lunes, 6 de febrero de 2012

ABUELA A LA ORDEN

Esta semana les contaré de mi abuela, ya que una de las tantas cosas que me sorprende de mi abuela, es que, funciona a pilas. O con electricidad, depende. Depende de la energía que necesite para lo que haya que hacer.

Si la tarea es cuidar al menor de mis hermanos, cuando mis padres salen de noche, la dejan enchufada. La sientan sobre la mecedora que está al lado de su cama y le empalman un cable que llega hasta el teléfono por cualquier emergencia.
Si en cambio va a preparar una torta o a calentar la leche del pequeño cuando regresa del jardín de niños, le colocamos las pilas para que se mueva con toda libertad.

Mi abuela es igual a las otras. En serio. Sólo que está hecha con alta tecnología. Sin ir más lejos, tiene doble casetera y eso es bárbaro porque se le pueden pedir dos cosas al mismo tiempo. Y ella responde.

Me la trajeron a casa apenas salió a la venta. Mis padres la pagaron con tarjeta de crédito a la mañana, y a la tarde ya estaba con nosotros.

Es que mi familia es muy moderna. Modernísima. A tal punto mi mamá y mi papá están preocupados por andar a la moda que no guardan ni el más mínimo recuerdo. De un día para otro tiran lo que pasó a la basura.

Desde que la abuela está en casa, las cosas en la escuela no le van tan mal a mi hermano.

Para empezar, ella tiene un dispositivo automático que todas las tardes se pone en marcha a la hora de hacer los deberes. Es así: se le prende una luz y se acciona una palanca. Abandona automáticamente lo que está haciendo y sus radares apuntan hacia donde se encuentra mi pequeño hermano. Entonces lo levanta por la cintura y lo sienta junto a ella frente al escritorio. Ahí empiezan a resolver pequeñas cuentas o a calcar un mapa con tinta china negra.

Aunque nadie se lo pida, mi abuela lleva un registro exacto de sus útiles escolares. Tener una abuela como la mía me encanta. Sobre todo cuando está enchufada, porque así puede gastar toda la energía que se le dé la gana y no cuesta demasiado mantenerla, como dice mi papá, que además de moderno es un tacaño y sufre como un perro cada vez que a mi abuela hay que cambiarle las pilas.

Casi todas las noches mi hermanito la enchufa un rato antes de irse a dormir. Así le cuenta un cuento. O lo hace aparecer en su pantalla para que el lea mientras ella le acaricia la cabeza. Sabe millones. Basta colocarle el disquete correspondiente (porque también viene con disquetera) y en cuestión de segundos empieza con alguna historia. Como completamente automática, se apaga sola cuando él se duerme.
Más que nunca parece una persona común y corriente. Y es que además tiene una tecla de memoria que le permite escucharme. Yo puedo contarle cosas y, oprimiendo esa tecla, ella archiva toda la información: al final sabe de mí más que ninguno.

A mí me encanta tener esta abuela.

Pero ayer, mi mamá dijo que quería cambiarla por un modelo más nuevo. Dice que salieron unas más chicas, menos aparatosas, con más funciones y a control remoto.

La idea no me gusta para nada. Porque, aunque es cierto que estoy bastante acostumbrado a los cambios, con esta abuela me siento muy bien.

Las habrá mejor equipadas, ya sé. Pero yo quiero a la abuela que tengo. Y es que, aparte, cada vez me convenzo más de que ella también está acostumbrada a nosotros.
A decir verdad, desde que en casa están pensando en cambiar a la abuela, yo estoy tramando un plan para retenerla.

Sí. De a poquito la estoy entrenando para que pueda vivir por sus propios medios. Para que no deje que la compren y la vendan como si fuera una cosa, un mueble usado.

Los otros días le desconecté la luz de los ojos y ahora le estoy enseñando a ver. Vamos bien.

También le estoy enseñando a ser cariñosa sin el disquete. Ésa es la parte que me resulta más fácil; a lo mejor porque me quiere, aunque ella todavía no lo sepa. Pienso seguir trabajando.

Mi objetivo es que aprenda a llorar. A llorar como loca. Y lo más pronto posible, así el día que se la quieran llevar como parte de pago para traer una nueva, el escándalo lo armamos juntos.

abuela

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