EL CAMINO HACIA UN MEJOR DERECHO

martes, 29 de julio de 2014

LA ACTIVIDAD DEL ESTADO

La actividad del Estado es el conjunto de actos materiales y jurídicos, operaciones y tareas que realiza en virtud de las atribuciones que la legislación positiva le otorga. El otorgamiento de dichas atribuciones obedece a la necesidad de crear jurídicamente los medios adecuados para alcanzar los fines estatales.

Para denominar lo que hemos llamado atribuciones del Estado se ha hecho uso de otras expresiones tales como la de derechos, facultades, prerrogativas, cometidos o competencias estatales. Sin embrago hemos preferido el término atribuciones ya admitida en la doctrina, tanto por que su connotación gramatical es adecuada e inequívoca, por que con ella no se prejuzga sobre otros problemas propios de la teoría del Estado.





domingo, 27 de julio de 2014

¿QUE ES EL DERECHO ADMINISTRATIVO Y EN QUE CONSISTE LA ACTIVIDAD DEL ESTADO? (Preámbulo)

Como el derecho administrativo, rama del derecho público, regula la actividad del Estado que se realiza en forma de función administrativa, es indispensable saber en primer término en qué consiste la actividad estatal; en segundo lugar, cuales son las formas que el Estado utiliza para realizar esa actividad y caracterizar entre ellas a la que constituye la función administrativa, y en tercero y último lugar, cuál es el régimen a que se encuentra sujeta dicha actividad

lunes, 6 de febrero de 2012

ABUELA A LA ORDEN

Esta semana les contaré de mi abuela, ya que una de las tantas cosas que me sorprende de mi abuela, es que, funciona a pilas. O con electricidad, depende. Depende de la energía que necesite para lo que haya que hacer.

Si la tarea es cuidar al menor de mis hermanos, cuando mis padres salen de noche, la dejan enchufada. La sientan sobre la mecedora que está al lado de su cama y le empalman un cable que llega hasta el teléfono por cualquier emergencia.
Si en cambio va a preparar una torta o a calentar la leche del pequeño cuando regresa del jardín de niños, le colocamos las pilas para que se mueva con toda libertad.

Mi abuela es igual a las otras. En serio. Sólo que está hecha con alta tecnología. Sin ir más lejos, tiene doble casetera y eso es bárbaro porque se le pueden pedir dos cosas al mismo tiempo. Y ella responde.

Me la trajeron a casa apenas salió a la venta. Mis padres la pagaron con tarjeta de crédito a la mañana, y a la tarde ya estaba con nosotros.

Es que mi familia es muy moderna. Modernísima. A tal punto mi mamá y mi papá están preocupados por andar a la moda que no guardan ni el más mínimo recuerdo. De un día para otro tiran lo que pasó a la basura.

Desde que la abuela está en casa, las cosas en la escuela no le van tan mal a mi hermano.

Para empezar, ella tiene un dispositivo automático que todas las tardes se pone en marcha a la hora de hacer los deberes. Es así: se le prende una luz y se acciona una palanca. Abandona automáticamente lo que está haciendo y sus radares apuntan hacia donde se encuentra mi pequeño hermano. Entonces lo levanta por la cintura y lo sienta junto a ella frente al escritorio. Ahí empiezan a resolver pequeñas cuentas o a calcar un mapa con tinta china negra.

Aunque nadie se lo pida, mi abuela lleva un registro exacto de sus útiles escolares. Tener una abuela como la mía me encanta. Sobre todo cuando está enchufada, porque así puede gastar toda la energía que se le dé la gana y no cuesta demasiado mantenerla, como dice mi papá, que además de moderno es un tacaño y sufre como un perro cada vez que a mi abuela hay que cambiarle las pilas.

Casi todas las noches mi hermanito la enchufa un rato antes de irse a dormir. Así le cuenta un cuento. O lo hace aparecer en su pantalla para que el lea mientras ella le acaricia la cabeza. Sabe millones. Basta colocarle el disquete correspondiente (porque también viene con disquetera) y en cuestión de segundos empieza con alguna historia. Como completamente automática, se apaga sola cuando él se duerme.
Más que nunca parece una persona común y corriente. Y es que además tiene una tecla de memoria que le permite escucharme. Yo puedo contarle cosas y, oprimiendo esa tecla, ella archiva toda la información: al final sabe de mí más que ninguno.

A mí me encanta tener esta abuela.

Pero ayer, mi mamá dijo que quería cambiarla por un modelo más nuevo. Dice que salieron unas más chicas, menos aparatosas, con más funciones y a control remoto.

La idea no me gusta para nada. Porque, aunque es cierto que estoy bastante acostumbrado a los cambios, con esta abuela me siento muy bien.

Las habrá mejor equipadas, ya sé. Pero yo quiero a la abuela que tengo. Y es que, aparte, cada vez me convenzo más de que ella también está acostumbrada a nosotros.
A decir verdad, desde que en casa están pensando en cambiar a la abuela, yo estoy tramando un plan para retenerla.

Sí. De a poquito la estoy entrenando para que pueda vivir por sus propios medios. Para que no deje que la compren y la vendan como si fuera una cosa, un mueble usado.

Los otros días le desconecté la luz de los ojos y ahora le estoy enseñando a ver. Vamos bien.

También le estoy enseñando a ser cariñosa sin el disquete. Ésa es la parte que me resulta más fácil; a lo mejor porque me quiere, aunque ella todavía no lo sepa. Pienso seguir trabajando.

Mi objetivo es que aprenda a llorar. A llorar como loca. Y lo más pronto posible, así el día que se la quieran llevar como parte de pago para traer una nueva, el escándalo lo armamos juntos.

abuela

domingo, 29 de enero de 2012

APRENDER, APRENDER

Tras el curso de esta semana, la relación con mi novia fue muy especial, no obstante, en el transcurso de una relación siempre se presenta alguna dificultad, y está llego de golpe. ¡Caray!, que iba a saber yo que un pequeño mal entendido pudiese arruinar así una buena relación entre mi novia y yo. Triste por esta situación pedí una recomendación a mi buen abuelo, quien se encontraba contemplando el atardecer, y que de muy buena gana acepto dármela.

Lo mejor cuando se esta triste comento mi abuelo, es aprender. Esto es lo único que no falla nunca; puedes hacerte viejo y temblón, puedes pasarte toda la noche desvelado escuchando el desorden de tu cuerpo, puedes perder tu único amor; puedes ver el mundo que te rodea devastado por malvados lunáticos, o saber que tu honor esta enfangado en las mentes ruines. Solo hay una salida en ese caso: aprender, aprender por que se mueve el mundo y que es lo que lo mueve.


Eso es lo único que el pensamiento no puede nunca agotar ni enajenar, lo que nunca le torturará, lo que nunca temerá, lo que nunca le causará desconfianza lo que ni en sueños podrá lamentar, eso es lo más conveniente para ti: aprender.


Considera todas la cosas que puedas aprender: ciencia pura, la única pureza que existe; puedes aprender astronomía en una vida, historia natural en tres, literatura en seis; y puedes, luego tras haber agotado un millón de vidas en la biología, en la medicina, la teosofía, la geografía, la historia y la economía, puedes, en fin, empezar a hacer una carreta con la madera adecuada, o pasar cincuenta años iniciando el aprendizaje de la técnica de derrotar en esgrima al adversario.


Después puedes empezar de nuevo las matemáticas, hasta que llegue el momento en que aprendas a arar.


Sorprendido en gran manera por lo que acababa de escuchar, aún no me sentía satisfecho con lo que debía hacer, a lo cual fui más directo: ¿Qué debo hacer con esta situación que me lastima?. Mi abuelo me contesto y me dijo: no enumeres jamás en tu imaginación lo que te hace falta. Cuenta, por el contrario, todo lo que posees; detállalo, si es preciso, hasta lo más mínimo y veras que la vida ha sido esplendida contigo.


Las cosas bellas se adueñan tan suavemente de nosotros, y nosotros con tal blandura entramos en un paraíso, que casi no advertimos su presencia. De allí que nunca les hagamos la justicia que merecen.


La menor espina, en cambio, como araña, nos sacude la atención con un dolor y nos deja la firma de ese dolor en la cicatriz. De allí que seamos tan parciales a contar las espinas. Pero la vida es liberal en sumo grado; haz inventario estricto  de sus dones  y te convencerás.


Imaginemos, por ejemplo, que un hombre joven, inteligente, simpático, tuviese una enfermedad crónica. No debería decir: "Tengo este mal o aquel, o me duele siempre esto o aquello".


Debería decir: "Soy joven, mi cerebro es lúcido, poseo esto, aquello, lo de más allá; gozo con tales y cuales espectáculos, tengo una comprensión honda y deliciosa de la naturaleza ..."


Vería entonces aquel enfermo, que lo que le daña se diluirá como una gota de tinta en el mar.